Con
cuatro puntas afiladísimas que se clavaban profundamente en la carne bajo la
barbilla y sobre el esternón, la horquilla impedía cualquier movimiento de la
cabeza, pero permitía que la víctima murmurase, con voz casi apagada, “abiuro”
(palabra que se halla grabada a un costado de la horquilla). En cambio, si éste
se obstinaba o si la Inquisición era española, el hereje considerado
“impenitente”, se vestía con el traje característico y se le conducía a la
hoguera, pero con la condición de la Extremaunción; si el inquisidor era romano,
se le ahorcaba o quemaba, sin el beneficio del traje pero siempre con el rito
cristiano.