Aplastapulgares


Simple y muy eficaz, el aplastamiento de los nudillos, falanges y uñas es una de las torturas más antiguas. Los resultados, en términos de dolor infligido con relación al esfuerzo realizado y al tiempo consumido, son altamente satisfactorios desde el punto de vista del torturador, sobre todo cuando se carece de instrumentos complicados y costosos.

El aparato veneciano, con tres barras horizontales, permite introducir dos pulgares y cuatro dedos. Una obra de arte en su género, es realizado según exigentes criterios técnicos y se corresponde en todos los detalles con las normas especificadas en la Constitutio Criminalis Theresiana, el anacrónico códice promulgado por la emperatriz María Teresa para procedimientos y torturas inquisitoriales publicado en Viena en 1769, época en la cual la tortura había sido abolida hacía décadas en Inglaterra, Prusia, Toscana y algunos principados menores. Esta normativa imponía a todos los jueces de la corona austriaca el someter a cualquier acusado que no quisiera confesar por propia voluntad a las “peinliche Fragen”, las “preguntas dolorosas”. Es decir, extraer una confesión mediante una serie de torturas que eran descritas e ilustradas con preciso racionalismo científico, hasta los mínimos detalles, incluidos el grosor de cuerdas, el número de eslabones de las cadenas, la longitud de clavos y tornillos, los grados de mutilación permanente permitidos para diferentes grados de acusaciones. Los grabados adjuntos proceden de una serie de cuarenta y dos láminas que ilustraban esta obra.




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